Poemas de Francisco de Quevedo


Poema metafísico 2         
                                                                                                                         
     "¡Ah de la vida!"...  ¿Nadie me responde?
Aquí de los antaños[1] que he vivido!
La fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
     ¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
     Ayer se fue;  mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.
     En el hoy y mañana y ayer junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Poema metafísico 3
     ¡Fue sueño ayer, mañana será tierra!            
¡Poco antes, nada;  y poco después, humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
     Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.
     Ya no es ayer;  mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
     Azadas son la hora y el momento,
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.


Salmo XVII

     Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
     Salíme al campo;  vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
     Entré en mi casa;  vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
     Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Amor constante más allá de la muerte
     Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
     mas no, de esotra parte, en la ribera[2],
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
     Alma a quien todo un dios prisión ha sido,.
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido;
     Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.


A Apolo siguiendo a Dafne
     Bermejazo[3] platero de las cumbres,
a cuya luz se espulga la canalla:
la ninfa Dafne, que se afufa y calla,                                                  afufa: huye
si la quieres gozar, paga y no alumbres.
     Si quieres ahorrar de pesadumbres,
ojo del cielo, trata de compralla:
en confites gastó Marte la malla,
y la espada en pasteles y en azumbres.                        azumbre: medida de capacidad líquida; fig. ebrio
     Volvióse en bolsa Júpiter severo;
levantóse las faldas la doncella
por recogerle en lluvia de dinero.
     Astucia fue de alguna dueña estrella,
que de estrella sin dueña no lo infiero;                                                           inferir: deducir
Febo, pues eres sol, sírvete de ella.

Contra el mesmo
     ¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcivolallas,
las reptilizas más y supterpones?
    Microcósmote Dios de inquiridiones
y quieres te investiguen por medallas
como priscos estigmas[4] o antiguallas,
por desitinerar vates[5] tirones[6].
     Tu forasteridad es tan eximia,
que te ha de detractar el que te rumia,
pues ructas viscerable cacoquimia[7],
      farmacofolorando como numia,
si estomacabundancia das tan nimia,
metamorfoseando el arcadumia.       


    
Romance satírico
   Pues me hacéis casamentero
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor.
   Él es un médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.
   Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce y mintió
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
   En entrando en una casa,
tiene tal reputación
que luego dicen los niños:
"Dios perdone al que murió."
   Y con ser todos mortales
los médicos, pienso yo
que son todos tan venïales[8]
comparados al dotor.
   Al caminante en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a peste,
de si le conoce o no.
   De médicos semejantes
hace el rey, nuestro señor,
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.
  Si a alguno cura y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.
   Si acaso, estando en su casa,
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta,
escribe:  "Ante mí pasó".
   No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran,
los mata sin confesión.
   De envidia de los verdugos
maldice al corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.
   Piensan que es la Muerte algunos:
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del Juicio,
pues es total perdición.
   No come por engordar
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.
   Por matar, mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciélago vive
a la sombra de un rincón.
   Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó;
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.
   Él, que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.
   No pide le deis más dote,
de ver que matáis de amor;
que, en matando de algún modo,
para en uno sois los dos.
   Casaos con él, y jamás
de vïuda tendréis pasión
que nunca la misma Muerte
se oyó decir que murió.
   Si lo hacéis, a Dios le ruego
que os gocéis con bendición:
pero sino, que nos libre
de conocer al dotor.



[1] en el año pasado;  por extensión: tiempo antiguo
[2] Evidentemente el término ribera nos refiere a un río, seguramente el Leteo:  uno de los ríos del infierno en la mitología grecorromana.  También se le llamaba Río del olvido porque quien probaba sus aguas olvidaba todo lo pasado.  Todas las almas que debían encarnar en nuevos cuerpos eran llevadas al Leteo y se les hacía beber.  Una sola gota era suficiente para que olvidaran las anteriores experiencias y así los malvados, después de haber expiado sus crímenes en el Tártaro, volvían a una nueva vida sin el lastre de los recuerdos.
[3] rubio
[4] estigma: señal de infamia o deshonra
[5] vates: adivinos, poetas
[6] tirones:  aprendices, novicios
[7] cacoquimia:  persona que padece tristeza o disgusto que le ocasiona estar pálida y melancólica
[8] leves, término aplicado a los pecados, en oposición a los pecados mortales

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